Introducción

"Escribo porque tengo que hacerlo, porque la escritura llega, no todo el tiempo y no muy seguido. Tiendo a escribir por rachas, entre meses en los que no escribo nada. ¿Tiene la poesía algún propósito? No, excepto el de satisfacer la necesidad del escritor. Pero la sociedad sería de lo más pobre si la poesía no existiera."

Nota: este párrafo no se me atribuye a mí, es de un escritor, pero no recuerdo su nombre.

Buscar este blog

jueves, 9 de diciembre de 2010

El Reflejo Del Cristal

Hay poco más para decir que lo que ya se ha dicho, pero aunque mi mente no articule bien las ideas y no sepa por qué estoy haciendo esto, no puedo detenerme. Poco tiempo ha pasado entre tanto que ha ocurrido, y ahora estoy aquí en medio del olvido, y no encuentro más salida que escribir todo lo sucedido en este pedazo de papel de lo que solía ser su diario.
La habitación está oscura y repleta de polvo, la cama, donde solían tener noches tan maravillosas, estaba toda destruida. El escritorio, donde pasaron escribiendo cartas además de grandes poemas, estaba empolvado pero intacto, pasando por alto el hecho de que los cajones estaban tirados, algunos de ellos boca a bajo y con todos los papeles desordenados y regados por todas partes. Las tablas del piso, algunas estaban dañadas y viejas. Había pasado tanto tiempo...

Creo que será mejor comenzar desde el principio: Todo empezó varios años atrás cuando yo era no más que un chico, de esos que salen por su barrio a jugar fútbol y conocer amigos que se convertirán en memorias que despolvarán con alegría muchos años después. Un día común y corriente, salí a caminar aprovechando el sol. Escuché unos ruidos extraños provenientes de un callejón y me acerqué a observar. Vi a un niño sentado contra el muro llorando, en posición defensiva mas indefensa, y le pregunté qué le sucedía. Él levantó su rostro de ojos claros y puros, más aún con el brillo de sus lágrimas y me preguntó: "¿Quién eres, acaso mi guardián que viene a rescatarme?" Le regalé una sonrisa y le presté mi mano para levantarlo, me fui a caminar un rato con él y hablar sobre varias cosas. Después de una gran tarde juntos, ambos regresamos a nuestros hogares para reencontrarnos al otro día en el mismo lugar.
Lunas y soles pasaron y una fuerte amistad se fue forjando entre nosotros dos, hasta generar un vínculo casi de hermandad. Hubo días en que las estrellas fueron testigos de la forma en que fui con él buscando ayuda, y hubo tardes en que el sol se rió con nosotros de nuestras bromas y pasamos gran tiempo juntos. Tiempo después él vino a mi casa y me dijo: "Estoy enamorado, es la mujer más maravillosa que he conocido en mi vida" La alegría me invadió por mi hermano, y al saber de su matrimonio no pude más que con el mayor honor aceptar su pedido de ser el padrino.
La boda fue algo muy lindo, ambas familias estuvieron ahí junto con los amigos más cercanos, y todos lo celebramos. Esa misma noche mi hermano me dijo: "Con mucho dolor te debo anunciar que me iré del país." "¿A dónde vas?"- le cuestioné con tristeza. "Planeamos irnos por todo el mundo, sólo nosotros dos, en la compañía constante de nuestro gran amor. Queremos dar vueltas y perdernos, ser felices, y tal vez luego regresar a la normalidad, tal vez a este pueblo, tal vez a otro. Pero pase lo que pase, estaré en contacto contigo y te extrañaré, no me olvides, no me voy para siempre." Le di ese abrazo de amistad tan propio nuestro y me despedí esa misma noche, decidiendo yo también partir por el mundo y buscar mi propio amor, mi propia felicidad.
Los primeros meses fueron largos y duros, aunque seguimos escribiéndonos cada tanto, la distancia era grande. Surqué mares, escalé montañas, nadé ríos, troté bosques, caminé senderos, e intenté volar por las nubes buscándola, pero por más que lo intentaba, continuaba en compañía de mi soledad.
Recibí una carta de mi gran amigo diciendo que después de aquellos dos años él y su esposa eran felices como nunca, pero estaban listos para instalarse en un sólo sitio y dejar de lado su vida nómada. Yo por mi parte había perdido la noción del tiempo, y me parecía increíble que aquellas dos semanas fueran dos años. Le respondí preguntándole a fondo detalles de su vida, y diciendo que yo continuaba mi implacable búsqueda, cuando pudiera descansar, conocería su casa y la hija que su mujer esperaba. Con tristeza y nostalgia me envió la suerte para encontrar mi felicidad y anunció que se había convertido en un famoso escritor, y se hospedaba en un pueblo no muy lejano a Madrid en una enorme mansión. Me puse feliz por mi amigo y continué mi búsqueda, sin saber qué más hacer.
Un día de nubes grises y cielos oscuros recibí una carta más, pero ésta era proveniente de un remitente desconocido para mí. La carta anunciaba la desaparición de mi hermano, su esposa y su hija. Inundado de desesperación y miedo, partí a España lo más rápido posible, y comencé a buscar a partir de su casa, la cuál estaba dañada por completo, y no encontré nada más que un pedazo de papel roto que decía: "Aquí". No podía entender qué era, pero aún así la guardé conmigo. Pregunté a los vecinos cuándo había sido la última vez que los habían visto y respondieron no recordarlo. ¿Acaso me habría demorado demasiado? busqué al remitente de mi carta, y encontré que había fallecido semanas después de enviarme la carta. Sentí pánico por la suerte de mi mejor amigo y su familia, y regresé a mi pueblo natal buscando ayuda.
Pocos me reconocieron, tal vez por mi barba, tal vez por mi cuerpo más fuerte, tal vez por mi personalidad un poco más fría, pero algo sí recordaron: El nombre de mi amigo. El pueblo enteró entró en pánico, pero nadie me entregaba una respuesta. Subí la colina hasta la casa de su madre, la cuál estaba ya vieja y triste desde la muerte de su marido unos pocos años atrás. La señora dijo que lo único que recordaba había sido un tipo preguntando por él. Un joven muy apuesto y de mucho porte, elegante y de clase, de apellido extranjero, probablemente de Alemania o Suiza. Me despedí con una promesa en el pecho de encontrarlo, o morir en el intento, y partí inmediatamente a Zurich.
Fui con la policía y les conté mi historia, no encontraban nada hasta que les mostré el pedazo que había encontrado que decía "Aquí". Me enseñaron entonces uno un poco más grande que tenían ellos con la misma caligrafía, y decía: "Ya que aquí sucedió todo, y aquí termina todo." La policía lo declaró suicidio múltiple, y decidió dejar el caso cerrado, pero yo estaba convencido de que mi amigo no habría hecho eso, así que continué buscando.
Compré uno de sus libros y lo comencé a leer, desesperado, y hallé una frase que lo reveló todo: "He aprendido que en la realidad, o al menos en mí realidad, todo lo dicho no es más que una mentira, una ilusión." Empaqué mis cosas y fui a su casa una vez más, revolqué su escritorio buscando escritos, pero ninguno me decía lo que necesitaba hasta que lo encontré:
"Y todo mientras pasa el reloj.
No va lento, no va rápido.
Va firme, a su paso.
Va solo, indiferente.
A todo lo que haga la gente.

Va por aquí, va sin fin.
Va contigo, se va sin mí.
Y me quedó aquí,
hasta que marque mi fin.

Vuela lento, pequeña.
No hay prisa para llegar.
Cuando llegues a lo más alto,
Cuando tu sonrisa sea sincera,
Cuando escales la montaña,
Recuérdame.
Y al menos así te podré ver.

Ya que aquí sucedió todo,
Y aquí termina todo."

Ahí fue cuando lo comprendí todo: Había alguien tras él, y se largó con nada más que sus dos joyas, a quienes cuidaba mejor que al más precioso diamante. Hizo parecer que todo había sido una muerte, pero nada ha terminado. Sentí la urgencia de salir a por él y ayudarlo pero no había forma, lo único que me podía reconfortar, era saber que mi amigo estaba bien ahora.
Pero no podía simplemente quedarme ahí sentado y esperar, así que busqué por la habitación alguna señal de su huída, pero no encontré nada. Me fui al jardín, -si es que a aquel montón de plantas muertas y sin cuidado se le podía llamar jardín- y me senté a llorar un rato, y a revivir en mi memoria tantos tiempos juntos, hasta que me quedé dormido, o al menos así recuerdo que sucedió.
Desperté en un valle abierto, estaba nevando. Sentía cómo cada copo de nieve se plantaba en mi piel y se derretía, mojándome y enfriándome un poco más; pero por alguna razón, no me esforcé en quitármelos, simplemente comencé a caminar sin rumbo. Caminé por lo que parecieron horas, aunque pudieron haber sido minutos, no lo sé. Lo primero que vi fue un laurel alto y un poco viejo, exactamente igual a aquel que estaba en el parque de mi pueblo natal; aquel en el que nos habíamos recostado mi hermano y yo largas tardes a hablar, sin mencionar aquellas tardes en las que nos escondimos tras él después de hacer una travesura.
Me acerqué al árbol con una sonrisa de nostalgia y lo acaricie quitándole la nieve un poco, diciéndole: "Ah, viejo amigo, tiempo sin vernos." éste se inclinó hacia mí y me abrazó. No sé qué sea más extraño, el que un árbol despierte y me abrace, o el hecho de que no me hubiera parecido extraño, pero de cualquier manera, se alejó y me dijo: "¿Recuerdas, amigo, aquella tarde en que él la conoció?" al decir eso, tomó de mi mano y me transportó al 12 de abril de 1967, a recordar mis dulces 17 años.

Era una tarde cálida y estábamos mi amigo y yo recostados en el árbol, descansando, cuando la vimos pasar: La chica estudiosa y buena que había llegado hace poco de vivir en no sé donde. No iba lento, no tenía prisa, sus pasos tenían el ritmo de los compases más complejos que él nunca podría entender; y la luz del sol en el horizonte del mar reflejándose en sus ojos creó un hechizo de hipnosis sobre mi hermano, que hizo que de inmediato corriera a hablar con ella. Mientras tanto, yo tenía la mente en otro lado y mis ojos estaban cerrados, los abrí para decirle algo a él, y lo vi al lado del muelle, sonriente conversando con ella, quien compartía la sonrisa. Luego ella, corriendo su cabello tras su oreja le dijo que debía irse, que lo esperaría el día siguiente. Le dio un beso en la mejilla y se fue rápidamente. Él llegó a mí estupefacto, con brillo en los ojos y me preguntó:
"¿De casualidad sabes quién es Aurora Boreal?" a lo que respondí:
"No, ¿quién es?"
"No tengo idea"-dijo él-"Pero cuando fui con ella lo único capaz de decirle en medio de mi estupidez fue que no creí que existiera nada tan hermoso como ella, y dijo que debía ver a Aurora Boreal. Le dije que la veríamos juntos algún día y respondió que le encantaba la idea, luego se fue."
Me alegré por él, y en cierta forma, también lo envidié. No por el hecho de que fuera ella, ya que ella no poseía ningún poder sobre mí, pero sí quise saber lo que se sentiría tener a alguien de esa forma.

Ahí fue cuando desperté de mi sueño. Estaba en el jardín de mi amigo aún, pero era la mañana, y la noche anterior había llovido. Recordé inmediatamente mi sueño y comprendí todo. Desde por qué no me sorprendía que el árbol estuviera despierto hasta la aurora boreal. "Han de haberla visto alguna vez en su tiempo de vida nómada."-me dije a mí mismo, pero algo me decía fuertemente que ahí era el lugar, y partí de inmediato a Alaska.
El viaje fue largo, y al llegar, no sabía dónde buscar, así que simplemente esperé a que oscureciera y seguí el camino de la aurora. Efectivamente, estaban recostados en la nieve, observándola, y corrí a abrazar a mi amigo, después de un par de décadas sin haberlo visto. Él no había cambiado en nada, seguía siendo totalmente igual que antes, sólo un poco mayor, al igual que ella. Pero al parecer, el polvo y el sudor sí me habían cambiado a mí, y mi amigo no me reconoció. Mi hermano del alma, mi confidente, no sabía quién era yo. Le mencioné el día en que nos conocimos y varias otras cosas, pero se habían borrado de su memoria. No pude evitar llorar y tanto mi amigo como su esposa y su hija se apiadaron de mí, y me ofrecieron amablemente quedarme en su cabaña esa noche. Había dormido bajo tormentas impresionantes, había dormido en la calle, debajo de un puente. Dormí sobre púas, dormí con una daga amenazándome el cuello. Incluso dormí con una pistola en mi mano, pero ninguna noche fue tan dura o triste como aquella.
Al día siguiente me desperté temprano en la mañana, la verdad no había dormido mucho, y me fui sin que se dieran cuenta, me fui lejos. Seguí viviendo como nómada un tiempo, en mi soledad, la cual parecía que nunca se iría, ahora menos que antes. No podía parar de preguntarme cómo era que mi amigo me había olvidado, no era algo natural que experiencias tan increíbles él hubiera olvidado, no lo creo. Sería tal vez que, ¿ese hombre al que vi no era mi hermano? Supuse que nunca lo sabría, ya que no pensaba regresar ahí jamás.
Decidí irme a vivir a algún lugar lejano, un pueblo alejado en Francia parecía perfecto, y emprendí mi viaje hasta allí.
Solo. Totalmente solo era mi camino, hasta que la vi. Estaba sentada, a lo lejos, con un gorro en la cabeza, su cabello suelto, sus piernas cruzadas, tomando un café. Observé cada detalle de su cuerpo, sus muñecas, sus brazos, sus piernas, su cabello, sus ojos, su nariz, su boca... Me estoy desviando, el hecho es que verla fue lo más maravilloso que me había ocurrido en tanto tiempo, que ya había olvidado cuánto tiempo era. Me paré para ir a saludarla, ella miró su reloj y se paró para recibirlo a él. Lo saludó con un abrazo y un apasionado beso en la boca, fue como ver la escena que yo quería que sucediese conmigo ahí, sólo que la veía a través de una ventana de cristal, la cuál se rompió en mil pedazos imitando a mi corazón. El amor a primera vista no me habría parecido posible hasta ese instante, y luego recordé una frase que escuché hace años en algún lugar perdido en la nada: "El amor, amigo mío, lo encontrarás cuando veas a la mujer equivocada en el vestido correcto. Cuando sientas esa adrenalina de caer por el acantilado, la emoción de ver un jardín hermoso abajo, y el suplicio de caer en el fuego, rompiendo cada pedazo de ti de la manera más dolorosa, de la manera en que se rompe el vidrio cuando se calienta demasiado. Cuando esto te suceda, habrás pagado el precio previo al amor, para algunos mayor, para algunos menor, pero la mayoría hemos de sufrir antes de alcanzar la felicidad." No sabía yo qué tan cierta fuera la parte de encontrar la felicidad, pero la del sufrimiento previo era segura.
Continué con mi camino, preguntándome por qué Dios me odiaba tanto, por qué me había hecho esto, por qué yo no era suficiente para él, qué me hacía merecer la miserable vida que tenía. Unos meses después, cabizbajo y sin saber qué hacer, en un pueblo de mala muerte donde no entendía ni jota del idioma que hablaban, decidí preguntar algo a una mujer que se hallaba de espaldas, cuando se volteó, noté que era ella y me quedé paralizado. Estaba llorando y al verme me abrazó de inmediato, buscando refugio en la primera persona que se acercara a ella. Me dijo algo en francés que no entendí pero fueron tal vez las palabras más hermosas que haya escuchado jamás, intenté responderle en español pero no funcionó, ninguno de los dos comprendía al otro. Sin saber qué más hacer y viendo sus ojos tristes y húmedos, la besé como nunca lo había hecho, ella respondió a mi beso y cuando despegué mis labios, tenía una sonrisa radiante. Me tomó de la mano y salió corriendo sin soltarme, yo la seguí.
Me llevó a un jardín como el que nunca había visto nunca, el jardín más lindo, con un río que pasaba por un lado y los árboles que proporcionaban una sombra perfecta. Nos recostamos en uno de ellos a comunicarnos con miradas, besos y gestos. Inventamos nuestro propio idioma, aquél en el que nadie más nos pudiera entender, pero nosotros nos podíamos amar.
Tal vez ya había sufrido demasiado, tal vez Dios me estaba probando, pero por fin pude ser feliz por un par de años. Hasta que una mañana recordé a mi amigo. Una amarga sensación en mi boca estuvo presente todo el día, y no sabía qué hacer. Le avisé a mi amor sobre lo que sucedía y le dije que fuéramos a España, sólo a verificar que él estuviera bien, y así fue.
Cuando llegamos, llevaba yo tiempo sin hablar español, y sin contacto con la sociedad. Le pedí a ella que se quedara en el hotel, y fui a la mansión de mi amigo, sin saber si me recordaría de la vez que fui a su cabaña en Alaska. Entré a la habitación y vi lo más horripilante que veré en mi vida: El cadáver de mi amigo colgando de la ventana en el pequeño balcón de su alcoba, con una nota atada al pecho. Comencé a leerla, ya con lágrimas incontrolables en mis córneas:
Vida, vida de dolor, ¿puede ser la muerte peor? A mi mejor amigo he dejado en el olvido, en el dolor, para luego todo recordarlo. Me obsesioné con encontrarlo, y decirle que todo era un error. Así partí un día en su búsqueda, pero fue inútil. Mi esposa y mi hija me han llamado demente, y me abandonaron para siempre. Ahora no sé qué más hacer que matar el sufrimiento, ¿y qué mejor forma de hacerlo, que acabar con su portador?
Y así es que hemos vuelto al principio de esta historia. El dolor que me invade no es natural, y creo que de hecho...
-------------------------
Me desmayé en el piso, y soñé con mi amigo. Soñé que me pedía perdón y para terminar me pedía que si algún día volvía a ver a su hija y esposa, les recordara que nunca hubo nadie que las quiso como él. Me dio un abrazo de despedida y se fue para siempre. Me levanté con un gran alivio y lágrimas secas, que limpié rápidamente.
Ahora, tanto dolor por fin está afuera, y no tengo la necesidad de sufrir más, supongo que iré por mi amada, le contaré lo sucedido y nos regresaremos a Francia, pero antes, dejaré estas páginas del diario en algún lugar de la ciudad, y esperar que alguien se entretenga leyendo mi vida, tal vez incluso se moleste en imaginar mi nombre, el cual prefiero en este momento no revelar.

2 comentarios:

  1. El diario de un pedofilo? no
    Mi visita a Narnia? tampoco
    Al vuelta al mundo sin plata? menos.

    El nombre que tiene está bien :) Y la historia? Brutal! :D

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar