"Dímelo ahora.
Hazlo, por favor.
No puedo aguantar más.
Déjame morir en paz.
Sólo dilo.
Siempre me quisiste más."
Fueron las únicas palabras que ella alcanzó a escuchar antes de que su mundo se derrumbara. Ella caía y caía y seguía cayendo al haber sentido ese fuego que la devoraba desde adentro. Un fuego que había estado presente pero había sido paciente; un fuego que se acercaba más al frío que al calor; un fuego que marcó el fin.
Él la había amado a ella desde tiempos lejanos, ella era la huésped permanente en su mente. Él siempre creyó que ella realmente vivía por aquel otro pero moría por él. El sueño de pensar que sí querían estar juntos, pero no podían lo consumió y se obsesionó. Pero un día, al descubrir que ella siempre lo vio como un hermano, como un amigo, mas su amor nunca quiso, ese día él lloró.
Nunca entendió si fue el tiempo, el cariño, las experiencias, el calor, el frío, el hambre, la sed, o simplemente ella: Su bello pelo y su hermosa sonrisa; su alegría y su tristeza; sus virtudes y defectos; su forma de preocuparse por todos menos por ella misma; la suavidad de su voz ya fuera cuando hablaba de amor, o de dolor, o de lo que fuera; o el aire que respiraba por aquella boca que él deseaba suya lo que hicieron que la quisiera, pero la quiso.
Admitir lo que sentía no fue para nada fácil, de hecho, fue muy doloroso, pero fue el dolor de limpiar una herida. El dolor es una amarga y espesa gota. Más clara que el agua, más sabio que el amor, y sin embargo compañero constante de éste, que siempre ayuda a encontrar los pequeños detalles en tu vida. El dolor te limpia.
Pero cuando un dolor puede ser tan fuerte que se cura a sí mismo, ¿qué significa esto? ¿Es acaso un dolor que vale la pena sentir, o uno necesario por evadir?
Lo único que él sabía era que quería acabar con todo, pero él no buscaba soluciones deficientes, no era un cobarde dispuesto a escapar, no. Era un valiente que quería salir adelante y derrotar a sus monstruos y destruir a sus miedos todo el tiempo en busca de la perfección en todo.
Hasta que un día encuentre la perfección: Poder disfrutar de un amor, conociendo también lo que es el desamor. Tener la capacidad de reír sin excluir la de llorar. Querer a alguien que loquiera, velar a alguien que lo vele. Tener los contrastes infinitos de la vida y poder contemplarlos de diferentes maneras, y controlarlos a todos. Era lo que ambos querían, pero chocaron tan duro que ninguno de los dos sobrevivió.
Y en el final, el amor y el dolor triunfaron, ese diabólico par, culpable de cantidad de crímenes ocultos en el mundo.
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ResponderEliminarP.S ¿y decías que era yo la que estaba enamorada de alguien y no te contaba?