Poco a poco el ángel se recuperó y volvió a ser radiante. Aunque aún había noches en que fue hacia mí pidiendo socorro, y viceversa.
Sin notarlo, una llama enorme crecía en mí, un fuego azul de afecto y cariño por el ángel. Descubrí que quiero al ángel de una manera indescriptible.
"Pero el ángel no me quiere, no de ese modo" me repetía cada día. Para ese momento el ángel tenía dueño, y no, no era yo.
Una noche el ángel me miró con los ojos brillantes conteniendo aquel líquido precioso, que es un crimen liberar y nadie merece el poder de hacerlo, y me dijo: "No puedo más, esto se acabó." Sentí dolor por mi ángel, mi luz, mi estrella, porque estaba sufriendo y no era yo quien sanarla podía. Así que un día, sin poder contenerme, y sin aguantar mi dolor, le dije: "Te quiero, como a nadie, como no sólo mi amiga, sino mi ángel, sálvame de este infierno y llévame contigo, te lo imploro."
El ángel despidió su tristeza con alegría en su rostro, y así mismo hice yo.-
No sabes cuánto te quiero, mi ángel.
Ten cuidado con los angeles, y mas con los angeles que son asesinos.
ResponderEliminarCaro, es que lo quieres matar o qué?
ResponderEliminarBueno bueno a pelear a otra parte pues jajaja.
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