Que tu sonrisa viene a mí
como el sol en el oriente
que anuncia un nuevo día,
y que la oscuridad no es para siempre.
Que tu voz me despierta,
tan suave y dulcemente
-como tú-,
para hundirme en otro sueño profundo.
Que tu cintura la recibo
en mis brazos
como recibe una guitarra
mis dedos;
y como maravillosamente
recibes tú mis besos.
Que la forma en que tus piernas
abrazan mis piernas
al besarnos,
me pone los pelos de punta,
y mi corazón palpita
como si no hubiera mañana.
¡Que se caiga el cielo y estallen las estrellas!
Pero que tus ojos
nunca dejen de brillar.
Que se acabe un día a tu lado,
pero que al siguiente
vuelvas a tomar mi mano.
¡Que se calle el mar y se silencien los vientos del invierno!
Pero que jamás dejen tus pulmones
de dar aire a tu voz.
Que hace tanto no escribía,
y qué alegría hacerlo por ti.
Y que usted, mi señora,
me resulta irresistible
en innumerables sentidos.
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