Allí estaban dos cuerpos, siendo.
Recostados en un árbol de hojas naranjas que los tapaba del sol radiante, mientras era admirado por ellos desde la lejanía.
No existía el tiempo.
Respiraban sonrisas y se alimentaban de besos.
Todo era perfección.
Él le profería su amor a ella y viceversa.
Bebían el elixir más escaso y exquisito.
Todo era hermoso, no había complicaciones, ni rutina, ni horarios.
Nada de dinero, eran suficientemente ricos, ahí, sólo ellos dos.
No había poderíos políticos ni peleas por éstos, el amor les proporcionaba una fuerza jamás imaginada.
Qué bien sabe, ¿no?
Poder imaginar algo tan bello, y llevarse al éxtasis irreal de casi recrearlo.
Y qué fuerte duele, reconcer que es imposible lograrlo.
Pienso más en las agridulces fantasías y mentiras de lo que debería.
Y es que es algo que he sufrido muy fuertemente.
Tantas veces soñé con que pasaría.
Tantas veces creí que se cumpliría.
Tantas veces me engañé con el deseo,
De vivir en una realidad de papel,
La cual he dibujado con palabras tantas veces,
Tantas Veces.
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